Estampas Porteñas, el trabajo más personal de Facundo Zuviría, se podrá ver desde el 11 de febrero hasta el 7 de mayo en la Fundación Mapfre, en Madrid. Cuarenta años de la trayectoria del artista, de 1982 a 2022, a través de 195 fotografías en blanco y negro y en color.




La muestra realiza un itinerario lineal, que cuenta con las series Siesta argentina, la más conocida y política, y Frontalismo, gran ejemplo de su inclinación por la composición y la simetría. «Siempre fotografié las fachadas de frente, buscando en esas líneas simples y austeras rasgos definitorios de su esencia, una suerte de argentinidad manifiesta en los frentes urbanos», señala en el prólogo de su libro Frontalismo.
A los seis años, en 1960, Facundo de Zuviría (Buenos Aires, 1954) recibe como regalo de cumpleaños una cámara fotográfica rudimentaria de la marca Eho, una simple caja negra con un minúsculo objetivo de 1 × 1,5 cm, a través del cual comienza a «mirar el mundo y hacerlo caber en un rectángulo», según el propio artista. Es su primer contacto con la fotografía. En adelante, no cesará de recorrer Buenos Aires, cuyas fachadas y escaparates aprehende sin tregua.
«Siempre fotografié las fachadas de frente, buscando en esas líneas simples y austeras rasgos definitorios de su esencia, una suerte de argentinidad manifiesta en los frentes urbanos»
Facundo de Zuviría
Cuando en 1983 decide dedicarse de lleno a la fotografía, una de sus primeras intenciones fue, a partir de su participación en un programa de cultura en sus barrios, formar un archivo de imágenes de Buenos Aires. El proyecto no llegó a concretarse, pero desde entonces no dejó nunca de capturar toda la multiplicidad de elementos que componen la fisonomía urbana: sus calles, fachadas, patios interiores, escaparates, señales de tráfico, carteles y rótulos publicitarios.




De esta manera, y a lo largo de los últimos cuarenta años, Zuviría ha ido construyendo una imagen paralela de su ciudad, la suya propia, una mirada aparentemente aséptica pero transmisora, a la vez, de evocación y nostalgia.
En la estética de Zuviría asoma la influencia de grandes fotógrafos de lo urbano, como Walker Evans y Horacio Coppola -considerado el padre de la fotografía moderna argentina-, pero también la de artistas plásticos como los del arte pop norteamericano o Edward Hopper y de la literatura; no en vano su escritor preferido es Jorge Luis Borges.
En los años que siguen a la caída de la dictadura, en octubre de 1983, Facundo de Zuviría participa en la constitución de los archivos fotográficos de la ciudad a cargo de la municipalidad. Vagabundea, deambula por una Buenos Aires sembrada de indicios y signos, en un estado de disponibilidad extrema, con los sentidos al acecho. Sus paseos y las fotografías resultantes dibujan por encima de la ciudad un segundo mapa onírico: lo que todavía existe, pero ya habla al pasado. Y la historia de Buenos Aires, o su melodía, brilla con «un resplandor fugaz, casi póstumo, que envuelve a la ciudad un segundo antes de que desaparezca para siempre», para retomar las palabras de Alan Pauls en su Factor Borges.
La exuberancia de señalización fotografiada por Zuviría durante años—anuncios pintados, maniquíes de cera— pertenece a una época superada o en vías de caducar, al igual que las fachadas simétricas de 8,66 metros de ancho de los pequeños negocios de barrio que conforman el meollo de su Siesta argentina, carente de presencia humana, que terminó en 2003 tal una metáfora púdica del corralito.
Estampas porteñas de Facundo Zuviría
Del 11 de febrero al 7 de mayo
Fundación Mapfre. Sala Recoletos
Paseo de Recoletos, 23. Madrid